Todos los días al entrar a esa bañera mohosa de aguas oscuras que
van y vienen por mis pies y piernas, ocultando lo que esta por debajo
de mi cintura, mirando el reflejo en el azulejo de una lampara
descompuesta de luz agónica por los años de servicio, pienso en
los hombres, en su futuro, en su trabajo, en su pensamiento, pensar
sobre el pensar.
El tiempo se me escurre como mugre mojada en el piso, seco la nausea
en mi cuerpo, aquella que llego hace casi un año cuando opte por
dejar los libros, disfrutaba tocarlos, olerlos, acariciarlos,
cuidarlos, leerlos, sentía que con ellos podía tener una gran
distancia con los demás, una diferencia dichosa de ser más que
ellos, sin embargo fracase por que era como ellos, había tenido su
pensamiento, sus lágrimas...
Esas lágrimas donde la imagen desaparece cada vez que caen en una
hendidura que nadie mira, hendidura de esos ojos donde habitó y
habitara la muerte, tal vez ahí sea una puerta que lleve a la
respuesta de lo que se ignora; en su brillo, en su dolor que matiza
los rostros y que al final los gusanos besan con fervor, el mundo se
apaga para dar paso al silencio ruidoso.
En esos ojos encontré el ser, ahora ni el ser ni los ojos me hablan
para obedecer, aún pienso en aquellos días cuando era alguien,
alguien como el pensar de los demás, no sé si siento nostalgia,
pero aún toco el fantasma que me seduce para no tomar lo oculto de
las palabras dichas como esposas y que aún me sujetan en la apuesta
por operar de alguna forma lejana y cercana de sueños que me
escuchan crecer en la hierba.
Aún escribo, tal vez para no morir ignorando mis letras, ya que
después de encontrar la muerte fuera de mí, ahora me pregunto como
vive en mí; la ausencia de las letras es fría, solitaria, pesada,
se que si tomo mis letras jamás me olvidaré de mí hasta que por
fin mi cuerpo desfallezca, ¿Porque no las he tomado? ¿por que
quiero ser alguien cuando se es inexistente ahí? ¿quiero existir?
Quiero Ek- sistir....
Ricardo Castro Galván
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