Me
he detenido, aunque podría decir que llevo detenido no horas, ni
minutos, tal vez días o semanas, incluso meses y años, ahora es
cuando vienen los recuerdos de lo que incluso pareciera otra vida,
una vida teñida de tristeza, desesperación, odio, gritos, lagrimas
y lamentos, con la fantasía constante de darme un tiro en la cien y
acabar con todo, pero antes escribir unos cuantos renglones que
acabarían cubiertos de sangre.
Todo
se me hacía frío, inaceptable, estúpido, con mi familia hacia como
que todo girara bien, para ellos en momentos era inocente, tonto, el
chico, inexperto, para otros era un simple adicto, borracho, violento
personaje que engordaba sus palabras presumiendo de la espera del
momento de acabar con un hoyo en la cabeza, con las mujeres las cosas
no andaban, terminaba por rechazarlas, por ser rechazado, lloraba y
rasgueaba el dolor en hojas de cuaderno que terminarían en la
basura, incluso prefería regalar mis escritos, imaginaba que mi
dolor se iba ahí y que el otro se estremecería tanto al grado de
tenerme lastima.
En
un tiempo me dedique a gritar en un grupo de música, al punto que
tuve miedo de que perdiera la voz, imaginaba que ahí me encontraba,
en los gritos agudos, bestiales, infundadores de terror, el terror
era mío, no sé si en alguna ocasión me pregunte por que quería
suicidarme, no sé si la gente me buscaba donde no estaba, no sé si
yo me busque en lugares donde no me encontraba, realmente no recuerdo
haberme buscado.
Vinieron
las épocas del olvido y los reemplazos, los malos eran otros, los
torturadores pasaron a ser mis amantes, seguía pensando en matarme,
reprochando que no era escuchado, preguntándome acerca de que mierda
salía de mi boca para que los demás no me entendieran, la idea del
suicidio como escarmiento para mi seres queridos estaba más que en
forma, sin embargo pasaban los años y las palabras no se hacían
carne, se presentaban en múltiples formas coloridas. ¿Realmente
hubo en algún tiempo motivo alguno para matarme?
Hoy
después de haber donado unas cuantas letras, unas cuantas
expresiones, una buena imagen, incluso un bonito dibujo, unas
sonrisas, se que la gente mirará para otro lugar, un lugar que
¿ocupe?, me verán en líneas mal hechas, borradas, remarcadas, en
figuras hechas por un niño de primaria, en los movimientos de mis
manos, en mis cruces de piernas, en mis datos personales, preguntarán
quien soy, de donde vengo, a donde voy, por que estoy ahí, que
quiero, donde vivo, con quien vivo, por que vivo ahí, por que no me
gusta la salsa, por que de pollo, porque del por que.
Y
no con todo lo anterior, me pedirán una identificación, papeles y
más papeles, se les olvidará que dije, si es que escucharon lo que
dije o escucharon mis palabras que eran suyas y yo solo moví los
labios, o simplemente se los dijo las voz interna, además empezaran
a buscar que es de lo que soy capaz, capaz de desear a mi madre, de
querer matar al papa, de negar a dios, de ser vegetariano, de leer
libros que no sean de autoayuda, de no dormir, de que no me gusten
las cosas absurdas, de no creer en la palabra amor, de reírme del
dinero, todo eso y más podrán saber buscando donde no estoy.
Al
final me darán las gracias, incluso puede que me llamen y me digan,
usted es apto para seguir muerto, ahora me pregunto: ¿me estoy
buscando?, ¿me he buscado?, y si es así ¿donde lo he hecho?,
¿podré encontrarme?, ¿estaré en las palabras de otros?, ¿en mis
palabras?, ¿en las palabras? ¿y si no alcanzan las palabras?,
¿podré estar en el silencio?; ya me he detenido bastante tiempo, es
hora de seguir caminando entre las personas aprovechando que hoy
nadie me mira.
Ricardo
Castro Galván